La Presidencia Municipal “en la Familia de la Peña”

Andanzas y Peripecias en Iturbide

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La Presidencia Municipal “en la Familia de la Peña”

“Así mismo la Presidencia Municipal estuvo siempre y por varios años en la familia de la Peña, como fue el caso de 1903 Joaquín E. de la Peña, se va a Monterrey a sus asuntos, y en su lugar deja a su hermano Pablo E. de la Peña …” (Alvarado S,. Disturbios …., p. 8). Dos páginas después se nos informa que al dejar Candelario de la Peña la Tesorería Municipal se hace “cargo de aquella su hijo Pablo E. de la Peña …” .


Si nos basamos en documentos oficiales o en la tradición oral familiar nos enteramos de que Joaquín y Candelario fueron hermanos y Pablo fue sobrino del primero e hijo del segundo. En cuanto a que la Presidencia estuviera “siempre y por muchos años en la familia”, seguramente ya caímos en la cuenta de que quienes aceptaban un cargo público lo hacían por deber cívico y no con la visión patrimonialista de los políticos actuales, que se reparten entre sí los bienes municipales, estatales o federales.


No creemos que sean necesarias cavilaciones muy sesudas para entender por qué se prefería para que ocuparan los puestos administrativos públicos a quienes reunieran dos requisitos, que en general ahora nos parecen simples: a) personas que estuvieran alfabetizadas, lo que en aquella época no era muy común, y b) pudieran trabajar sin recibir sueldo o compensación por hacerlo.


Entonces también había quienes en cuanto podían evadir el ejercer algún cargo lo hacían: “Hubo desde 1900 a 1903 , una serie de renuncias, como la de marzo, junio, julio, agosto ...” (Alvarado S., Disturbios … pp. 7-11); pero a veces también declinaban aceptarlo por principios, como Joaquín de la Peña que se negó a ocupar el de Alcalde durante el Segundo Imperio, pues él era liberal.


Si damos un rápido vistazo a este reporte vemos que los apellidos de alcaldes que más se repiten durante el primer medio siglo de vida de Iturbide fueron: Martínez, Meléndez, de la Peña o Peña, Velasco y Torres.


Como ya vimos, si nos atenemos sólo a lo que nos cuenta el Cronista Municipal, en Iturbide también sucedieron cosas extraordinarias a principios del siglo XX en cuanto a la secuencia temporal: “Una de las primeras participaciones del Municipio de Iturbide, en el proceso de la Revolución Mexicana fue en enero de 1900 y 1902 …” –todavía en el porfirismo- (p. 8), pues el Plan de San Luis se promulgó hasta 1910.

Veinte años de Gobierno

Mucho se ha discutido sobre la larga administración de Nuevo León por el Gen. Bernardo Reyes, y la pasión de sus amigos y la de sus adversarios han llevado las cosas al extremo; los primeros presentándolo como modelo han atribuido a su iniciativa el progreso alcanzado por el Estado desde entonces, mientras que los segundos le niegan todo mérito y lo consideran un hombre fatal en nuestra historia. Ni unos ni otros han estado en lo justo (Roel, p. 237).

Un Capitán “pelón”, su Tropa y un Caballo,

que por Cierto era Yegua


El Alcalde de Iturbide, Baldomero Martínez, reportó los abusos del Capitán Carlos S. Orozco, del 23 Batallón de Infantería, cometidos entre septiembre de 1908 y noviembre de 1909.


Este militar había estado destacamentado en Los Rayones y con frecuencia hacía viajes entre Galeana y Linares.


El 20 de septiembre de 1909 solicitó por telégrafo desde Galeana que se le preparara alojamiento para “su fuerza” compuesta por 250 hombres.


Llegó al siguiente día a eso de las once de la mañana y pidió se le consiguiera un propio (hombre de confianza) con caballo, porque necesitaba le recogieran un telegrama en Linares.


Por entonces todavía estaba en construcción la nueva Presidencia Municipal así es que a él se le ofreció una de las piezas, en la que estaba instalado el teléfono, y se le informó que tanto él como los oficiales podían tener alojamiento y asistencia en una fonda o mesón que había enseguida.


El día 21 por la tarde , pero muy tarde, el Capitán Orozco comunicó al Alcalde Baldomero Martínez que para el día siguiente necesitaría 24 burros y cuatro caballos con bagajes, para remplazar a los que habían llegado de Galeana con sus mochilas, provisiones y huacales con aves; pues continuarían su viaje hacia Las Crucitas, rumbo a Linares.


El Alcalde consideró la conducta del Capitán “un sarcasmo ante la desgracia”, pues después de tres años de sequía y escasez, cuando los sembradíos presentaban un aspecto halagüeño, se presentó el ciclón (septiembre de 1909) cuyas corrientes no sólo arrastraron el trabajo de los pobladores sino también grandes porciones del suelo laborable, además de la pérdida de animales y los daños en las casas.


Cuando el Capitán pretendió que el Alcalde exigiera a los vecinos que prestaran en forma gratuita los servicios solicitados éste protestó, pues recordó que un año antes el Capitán había incumplido el acuerdo de pago por alquiler de bestias y servicios de los arrieros.


Don Baldomero Martínez manifestó que eso no estaba dentro de sus facultades, y por tanto lo veía como un atropello, pues la Constitución del Estado, “que le mostré en ese momento”, lo prohibía terminantemente en sus artículos 25 y 26.


Orozco respondió que conocía mejor que el Alcalde la Constitución, y que tenía instrucciones de disponer no sólo del bagaje, sino también para llevar amarrado a Monterrey a cualquiera que se resistiera a facilitarle sin retribución los animales.


El Alcalde alegaba que el Gobernador, Gen. Bernardo Reyes Ogazón, cuando estuvo en Galeana le recomendó que facilitara a las fuerzas federales lo que necesitaran, y en cuanto a forzar a los vecinos era imposible, por ser anticonstitucional. Debido a lo anterior se vio obligado a hacer gestiones para que se les pagara a los vecinos los adeudos.


A las dos de la tarde del día 22 salió la fuerza militar con los arrieros rumbo a Los Pinos, donde pernoctaron, pero no sin que antes el Capitán Orozco amenazara al Alcalde con dejar en el Pueblo veintitantos soldados con sus armamentos, aclarando que no quisiera “verlo envuelto en un proceso por la deserción que pudiese cometer alguno de ellos”.


También informó el Alcalde que la tropa a su paso por los ranchos fue recogiendo burros y caballos, e incluso del patio de su casa se llevaron uno de éstos, que “por cierto era una yegua” propiedad de Luis Oviedo, quien había mandado a uno de sus sobrinos a vender un poco de ixtle para comprar maíz.


En el mismo reporte Baldomero Martínez informa de otros abusos de la tropa del Capitán Orozco, y compara el proceder de éste con el del Teniente Coronel Carlos Peña, o el de los capitanes o demás jefes y oficiales del 8º Regimiento de Caballería que por espacio de un mes formaron parte del destacamento en Iturbide.


Entre los vecinos afectados por el Capitán Orozco y su tropa se cita a Francisco Espinoza, Ismael González, Jesús Gutiérrez, Donaciano y Julián Hernández, Lino Jáuregui, Luis Oviedo, Andrés, Cecilio, Pablo y Tiburcio Rodríguez (Alvarado S., Disturbios … , pp. 12-8).


Entre 1909 y 1911 fue Alcalde de Iturbide Graciano Torres, y por esa época hubo gran actividad política en la Villa, hasta se fundó un club perteneciente al “Gran Club Central General Naranjo” (pp. 18-21).


Por última vez pregunto: -¿Cuándo se proclamó el Plan de San Luis?.


Respuesta: -El Plan de San Luis se proclamó el 5 de octubre de 1910..