Vida y Milagros de la “Señorita” Débora

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Vida y Milagros de la “Señorita” Débora

“La Troje” era la última casa de la Villa, o la primera, según se viera; porque si se llegaba de Galeana sería la primera, pero si uno venía de Linares sería la última.


El caso es que estaba lejos, en las afueras del Pueblo, y más en aquellos tiempos en que las distancias se deshacían a pie.


Pero en los días en que allí vivió la señorita Débora la distancia no era impedimento para que los hombres trillaran constantemente las veredas para aquel rumbo.


Un día el profesor don Eliseo dijo que desde El Picacho “aquello parecía Roma”.

-¿Por qué, don Eliseo?.

-Por aquello de que todos los caminos llevan a Roma … y se rio.


De la señorita Débora no se sabía mucho, se decía que era hija de una familia “bien”, que su hermano Tristán era el organista de la parroquia de Linares, y que a ella sus parientes “le habían vuelto la cara” … , pero todo eso era historia.


En realidad se sabía lo que se tenía que saber: que su pelo rojizo era suave y perfumado, que sus ojos se hacían chiquitos cuando miraba a la distancia, que su voz era amable como caricia, que su plática era amena, y que los jóvenes de “buena familia” tiraban para La Troje, porque siempre los recibía con un vaso de aguamiel fresca, a más de sus atenciones, claro está, y eso para nadie era un secreto.


La señorita Débora con el tiempo tuvo algunos chiquillos y los fue acomodando con diferentes familias … aunque se vieron cosas extrañas.


Está el caso de aquellos dos hermanos, en el que la niña Mariana fue aceptada como hija única del matrimonio, y al niño Bernardo lo tomaron como pastor en la misma casa.


O el de Juan y José, que tenían diferentes apellidos, pero a ellos la señorita Débora les contó que eran hijos del mismo padre, y desde chicos siempre anduvieron juntos; ya hombres los dos estuvieron en el penal, por sinvergüenzas, … ¡ni hablar!.


¡Ah!, y ahí tienen la historia de aquellos tres hermanitos de los que el papá se llevó a la niña a la “casa grande”, para que la criara y educara su esposa, que había sido maestra, pero le dejó los niños a la señorita Débora. Los domingos vestían de “fiesta” a la niña y la mandaban con regalos, acompañada de “un propio” (persona de confianza), a que pasara el día con sus hermanos …


Aunque eso fue al principio, cuando faltó la señorita Débora a los dos muchachos se los llevó un tío para Potrerillos (Mainero).


El cómo desapareció la señorita Débora nunca quedó muy claro. Fue por la época en que anduvo en amoríos con dos primos hermanos … La gente mayor decía que si no hubiera sido por eso, la vida en el pueblo hubiera seguido sin sobresaltos.


Pitoche contó que ese día él bajaba por la Cuesta de Gachupines y pudo verla que iba a toda prisa, como corriendo, por la orilla de El Pedregal hacia el barranco; que vestía la blusa gris con brillitos que su patrón le regaló cuando la llevó a la feria de Galeana.


Pitoche dijo: -No pude ver si alguien la andaba correteando, pero cuando se oyeron los gritos por todas partes volaron pájaros pardos.


Doña Pifa pasaba por sobre la cueva de El Polvorín cuando le pareció oír unos gritos o carcajadas, aunque trató de identificarlos sólo vio pasar a algunos de los pajarillos pardos que se pararon más adelante, en una cerca de piedra, haciendo el ruido que siempre hacen: “Ja, ja, ja, ja”, y con eso quedó todo explicado.


En los días siguientes se extendió el rumor de que a la señorita Débora la habían matado “por burlarse” de los hombres: y se organizaron búsquedas … y se inventaron historias … y se fueron atando cabos:

- Que si los primos rivales.

-Que si resbaló por el barranco.

-Que si se fue para Linares.

-Que si se convirtió en pajarillo pardo.

-Que si ya estaba enterrada y, por eso, ni su rastro.


La Troja quedó abandonada, se la fue comiendo el monte, se le cayeron los techos, los jardines se acabaron … y a los mentados pajarillos pardos la gente los agarró a pedradas.

¡Hasta el nombre les cambiaron!.


Vereda que no “se trilla” desaparece.