El Coyote y su Pelo del Diablo

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El Coyote y su Pelo del Diablo

Un coyote se empicó a sacar cada noche gallinas o pollos del gallinero, con lo que Osvaldo no estuvo de acuerdo. Una noche éste se preparó una gran jarra de café, metió dos gallinas en una arpillera, la colgó a la entrada del corral, y se sentó con su carabina a la mano para esperar al ladrón.


A la mañana siguiente se encontró con que no estaban las gallinas, y él ni se enteró de a que hora desparecieron. Se justificó asegurando que los coyotes tienen un pelo del diablo.


Tiempo después, cuando una de sus hermanas que lo había escuchado le llevaba la comida a su esposo a la labor se cruzó con un coyote por el camino, y aseguraba que con sólo verlo pudo comprobar la sensación de sudor frío que le corría por la espina dorsal ¿ilusión o sugestión?.

Doña Mónica y las Tijeras

Durante mucho tiempo Doña Mónica fue la única “bruja” que ejerció en el Municipio, pero cuando se necesitaba de los servicios de una “yerbera”, como en los casos de Margarita, Trinidad y Lucita, había que ir a La Petaca, en Linares, pues esa era otra especialidad, y Vita todavía no hacía visitas a domicilio.


Doña Mónica vivía en Los Chorros, pero ocasionalmente visitaba a sus amistades en San Pedro, por lo que se le podía ver desde casi cualquier parte del Pueblo cuando aparecía montada en su burro por La Sarnosa.


Un día en que Fela, Belia y Josefina iban por la Plaza de los Arrieros la vieron en el momento en que salía por El Puerto. Fela les contó a sus primas que había oído decir que si se ponían unas tijeras, abiertas en forma de cruz, debajo del cojín en que se sentara una bruja, ésta quedaba pegada a la silla.


Como sabían que a la primera persona a quien visitaba doña Mónica era su tía Milburga, porque dejaba en su corral al burro mientras ella andaba por el Pueblo, corrieron a preparar silla, cojín y tijeras en el corredor donde sabían que estaba tejiendo su tía, le pidieron a ésta permiso para retirar algunas mecedoras porque iban a jugar, y sólo dejaron cerca de ella la silla trampa.


No fue pequeño su susto al ver que Doña Mónica llegó, saludó, levantó el cojín e hizo ademán a Fela para que se acercara, y le entregó las tijeras antes de sentarse.


Jaripeo Estilo San Pedro

Como cada uno de los niños tenia que cooperar para el buen funcionamiento del hogar, la tarea diaria que le correspondía a Alejandrina era echarle maíz todas las tardes al gran marrano que tenían en engorda. Siempre lo hacia a la misma hora, y cuando se demoraba el cerdo chillaba como endemoniado.


Una tarde, cuando ella abrió la puerta del corral, el marrano se precipitó hacia el patio, metiéndose entre sus piernas con tal prisa que se la llevo montada, pero viendo hacia la cola del puerco.


¿Para el Tango?, Dos o Más

Al terminar sus estudios profesionales Moisés fue recomendado para un puesto en el Gobierno Federal por un de sus maestros, lo que lo obligaba a viajar con frecuencia.


Su primera esposa prefería las actividades sociales a las domésticas, y como el menor de los hijos en esa época era todavía un niño, Moisés a pesar de su fama de “tragacuras” decidió enviarlo como interno a un colegio que dirigían los jesuitas.


Cuando su esposa supo que ya lo había inscrito protesto:

-Los curas lo van a hacer “joto”.


La respuesta de Moisés fue tajante:

-No creo que nada más dependa de ellos, y si ni tú ni yo podemos ocuparnos de su educación, más vale que lo hagan quienes sí quieran y puedan hacerlo.


¡Que Dios aprieta, pero no ahorca!.

El Pagador del Ejército Español en Cuba

Dora regresó a Iturbide durante la Cristiada o Guerra Cristera, a fines de los años veintes, y una tarde en que leía una novela sentada cerca de la puerta de su casa se acercó Manuel, nieto de uno de los trabajadores de confianza de la familia, para pedirle que le escribiera a su tío Moisés y le dijera que él estaba a sus órdenes para cuando quisiera sacar el tesoro de la labor colorada de El Salto, en El Picacho, pues años atrás había ido con su abuelo a localizar dos de las tres cruces talladas en piedra, pero después don Pablito “no quiso darles las señas de dónde estaba la tercera”.


La siguiente vez que Dora vio a su tío le preguntó sobre el tesoro y resultó que él no tenía ni idea de lo que le hablaba, pero al comentarlo con los primos Rubén y Roberto se enteró de que años antes, cuando el tío Enrique era Secretario, había llegado una carta dirigida al Alcalde del Pueblo, escrita por alguien que aseguraba ser español y que había sido pagador del ejército de su país en Cuba, pero durante la Guerra de Independencia de la Isla se escapó con el dinero para Tampico, y de allí a Nuevo León. Daba los nombres y orientación de los cerros que rodean a la Villa, y enviaba parte del “derrotero” que señalaba dónde estaba escondido el dinero. Pedía se le enviara con qué pagar los pasajes de su esposa e hija hasta Iturbide, y ellas entregarían la parte faltante del derrotero. Del dinero escondido la mitad sería para el Municipio y la otra mitad para ellas, pues a él lo encarceló el gobierno cuando fue a buscarlas. También acompañaba a la carta un recorte del periódico en que se daba la noticia de su detención.


Es posible que “la relación” todavía esté en El Picacho, o tal vez no, pues como dijo don Juan Dávila: “Si al dinero bien habido se lo lleva el diablo, ¿al mal habido … qué esperanza?”.


- Más se perdió en El Llano (al inundarse cuando la cosecha ya estaba lista para levantarla), dijo Chepo.


- ¡Claro está!, dijo don Beto.