Primer Centenario de San Pedro “Cuando
vino Morones Prieto a Iturbide la cosa cambió. Cuando se celebró el
Centenario del Municipio el Alcalde era Antonio Meléndez, entonces vino
el Gobernador y dijo: “Se va a hacer la carretera (modificar el trazo y
pavimentar), y se les va a hacer una escuela -la Centenario- (pp. 55-6). “Por
los años cincuenta fueron alcaldes Antonio y Dagoberto. `Salió Antonio y
puso, digo ... le dió facilidades ... a Beto para que entrara, era el
cuñado. Salió Beto y creo que fue Alfonso, y después vuelve a ser
Antonio por segunda vez. Después vino Damas y todo eso … ahí vino. Ya es
donde Beto entra como Secretario … Agustín M. … Estuvo con Víctor, pero
con Víctor ya como Tesorero´ (p. 57). “También
por los cincuentas principió a trabajar conmigo Hilario. Él era
analfabeto, pero muy inteligente … Por esa época compramos la planta de
luz y el camión, él pronto aprendió a manejarlos y repararlos cuando se
descomponían (pp. 53 y 57). A
los Torres y los de la Peña que regresaron a vivir al Municipio después
de la Guerra Civil cada vez les resultó más obvio que si no querían
irse a vivir a otros lugares tenían dos opciones: adaptarse a las nuevas
circunstancias y participar en ellas, o cerrar los ojos “para no
echarse enemigos” aceptando lo que viniera. Algunos
aguantaron poco tiempo y fueron regresando hacia donde había huido y ya
tenían conocidos, otros soportaron algo más antes de irse de nuevo, y
pudieron ver como les robaban parte del poco ganado que habían comprando
para volver a empezar. Armando
fue de los que decidieron quedarse para apoyar a los otros miembros de
la familia que no podían irse, ya fuera por algún tipo de dependencia,
discapacidad o incapacidad. Tanto
en la familia de los Torres como en la de los de la Peña existe la
tradición de que los mayores ayuden a los menores o de que quien pueda
hacerlo apoye a quien lo necesite, algunos lo interpretan como el simple
“vivir amueganados” (de muéganos), otros como supervivencia del
mayorazgo o de la primogenitura. Como
quiera que sea, en la Villa en casa de Armando crecieron sus sobrinos
Daniel, Gilberto y Benito; y allí pasaron sus últimos años sus primas
Lupe y Cotita. En casa de Daniel crecieron sus sobrinos Eusebio e Imelda y, cuando se
fue con su familia a vivir a Monterrey, se alojaron en su casa otros seis
u ocho sobrinos por diferentes épocas mientras estudiaban. Armando
y Dagoberto fueron de los que se adaptaron por lo menos parcialmente a
los nuevos usos y costumbres en Iturbide. Armando tuvo una hija fuera de
matrimonio, de la que no se hizo responsable, se casó con y se divorció de la maula de Lily, y como católico practicante se encargó
de hacer colectas cuando la iglesia necesitó fondos, por ejemplo para
techar la capilla de Camarones, entre otras actividades comunitarias.
Dagoberto por su parte fue funcionario público municipal en varias
ocasiones: Alcalde, Secretario o Tesorero. Como
podemos ver, si se quiere contar honestamente con hacienda o recursos personales en Iturbide es
necesario primero ganarlos en otra parte y luego traerlos ya sea como
conocimientos, ganadería, en bienes o en metálico; porque según se dice las otras
alternativas son que el dinero sea: “hallado, robado o jugado, pero no
trabajado”. ¿En cuál de estas categorías caerá el obtenido mediante
el matrimonio o “equivalentes”? ... Por poco lo olvido, otra
forma de tenerlo es por donaciones o herencias familiares. |