Fuga de Detenido “en Violencia de Carrera” A
las 23 horas del mismo día se presentó Platón González solicitando
otros dos vecinos para que le ayudaran a ejecutar la aprehensión, pues
Emilio le había “tirado un tiro” con el fin de intimidarlo. Velasco
ordenó al Cabo Rural Eusebio Martínez fuera a ayudar a González. El Cabo
se presentó al poco rato acompañado de los soldados rurales Andrés
Martínez y Pedro Balderas. Como
a la una de la mañana del día tres “vino uno de ellos a decirme que
Emilio había entrado en su casa (al poniente de la Escuela de Niñas), y
se había encerrado”, ¿que qué hacían?. “Les ordené que sitiaran la casa,
y que cuando saliera no le dieran tiempo a nada y se lo llevaran a la
cárcel”. Emilio “se levantó como a las siete de la mañana del día
tres” y, al ver a los policías apostados en la entrada de su casa, echó a
correr a pie. El
Policía Rural Pedro Balderas fue tras él y lo alcanzó frente a la
parroquia, lo tomó de un brazo y lo condujo inmediatamente al calabozo
(prisión) y cerró la puerta de la calle con llave. Cuando
llegaron los otros policías revisaron que el detenido estuviera bien
asegurado y fueron a preguntar “si ya podían retirarse”. Velasco les ordenó que antes de hacerlo fueran a casa de Marcelino Reséndez y lo redujeran también a prisión. Marcelino
vivía en San Pedro de Abajo, por la calle del Comercio, y cuando los
policías iban llegando a la puerta de su casa pasó Emilio Castillo a
caballo, en “violencia de carrera” con la pistola en la mano, “tirando
tiros” y diciéndoles que eran unos desgraciados y que si eran tan
hombres lo siguieran; “fue tan improvisado el momento” que “volteo el
brazo para atrás y les tiró dos tiros”, que eran los únicos que le
quedaban en la pistola. Los
policías “le hicieron una descarga con intención de amedrentarlo o de
tumbarlo del caballo” para reaprehenderlo, y le “tocaron en el hombro
izquierdo”, del cual ya estaba aliviado. Mientras pasaban estos hechos, se fugó para Linares el que andaba con él (Marcelino). El
Alcalde Velasco también informaba que ya había castigado a Emilio dos
veces con anterioridad, y que en la segunda lo multó y le recomendó que
no reincidiera, pues su conducta aterrorizaba a las familias al “oír los
tiros dentro de la noche”. En esta ocasión le recogió a Castillo tres
pistolas y una carabina, aparte de la que le recogió Platón González
cuando iba “haciendo fuego” al evadirse de la cárcel. Aureliano
vivía al sureste del puente, a una cuadra al oriente de la Plaza
Bernardo Reyes, y supuso que Emilio al fugarse decidió “pasar por donde
yo vivo, para tirarme un balazo o burlarse de mi autoridad”, pero
“estaba yo en esos momentos en el corredor de mi casa almorzando, por
ese motivo no me di cuenta” de lo que pasaba. Al llegar el Alcalde a la Presidencia encontró a una comisión de vecinos que le dio cuenta de lo último que había sucedido. Ellos
venían de la casa de Manuel Dávila “que es donde está el herido”. Allí
salió primero José Dávila y les dijo palabras injuriosas, y luego Jesús
Dávila salió pistola en mano “tirando tiros”, para después irse por La
Loma “disparando al viento”. Mientras
hablaba el Alcalde con la comisión se presentó Anastasio E. Guzmán
“pidiéndome garantías” y que desde ese momento quedaran presos el
policía José Martínez Bravo, el Juez Platón González y los rurales
Andrés Martínez y Pedro Balderas. A lo que se negó el Alcalde, pues
éstos eran agentes de la autoridad, además de que si los detenía en lo
sucesivo no habría quien quisiera prestar sus servicios en caso de
apuro. En
lo referente a la solicitud de garantías presentada por escrito por
Anastasio E. Guzmán, Francisco Meléndez y demás signatarios de ésta, se
podía comprobar que la mayor parte de ellos eran parientes o amigos del
herido, con excepción del primero citado, y quién fácilmente se podía
verificar que lo hacía con el fin de sacar dinero. Prueba
de lo anterior era que Guzmán actuó como secretario del Alcalde 2º
Suplente en todas las diligencias de la causa que se instituyó, y luego
se ofreció a hacer los oficios para que el detenido saliera libre bajo
caución. El día 5 de septiembre Aureliano Velasco también hizo
constar que a Emilio Castillo, después de ser herido, le dio Marcelino
Reséndez otra pistola; y como ese día pasó rumbo a Linares el
Subteniente Gámez, de la Guarnición de Galeana, “le indiqué viera al
herido” para que le quitara la pistola mencionada “y logró recogerla”.
Emilio le advirtió a Velasco que haría valer sus derechos, pues tenía en
su poder un porte de armas que había recibido el día tres de parte del
Teniente Pablo Gámez, antes de evadirse de la cárcel. Con
la pistola recogida por el Subteniente ya eran cinco las pistolas de
Emilio Castillo, más la carabina (Alvarado S., Disturbios … pp. 66-8). |